En su casa de la ciudad de Pilar, pone de manifiesto su amor por la tarea cuidadosa y bella realizando una artesanía fuera de lo común: esta casita de hornero, nuestro pájaro nacional, fué realizada por sus manos copiando fielmente la arquitectura que nuestros hermanos pájaros le dieron desde siempre.
La dotó de todos los elementos actuales que la convierten en un modelo: células fotovoltaicas le permiten iluminación nocturna y cuenta con chimenea activa y antena satelital, sin haber dejado de lado la criolla tranquera y el aljibe.
El poético marco de las palabras de Leopoldo Lugones sirven para que don Carlos vea reflejada su vida de trabajo, esforzadísima muchas veces, su dedicación a la familia, su culto de la amistad y esa identidad argentina que nos enorgullece. Gracias, amigo querido, por demostrarnos que cuando se quiere se puede dar forma a lo que nos gratifica y por compartir el tesoro de alegría que en su noble espíritu habita.
EL HORNERO
De Leopoldo Lugones
La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala.
En la alcoba la hembra instala
Justamente el nido entero.
En la sala muy orondo,
El padre guarda la puerta.
Con su camisa entreabierta
Sobre su buche redondo.
Lleva siempre un poco viejo
Su traje aseado y sencillo,
Que, con tanto hacer ladrillo,
Se le habrá puesto bermejo.
Elige como un artista
El gajo de un sauce añoso,
O en el poste rumoroso
Se vuelve telegrafista.
Allá, si el barro está blando,
Canta su gozo sincero.
Yo quisiera ser hornero
Y hacer mi choza cantando.
Así le sale bien todo,
Y así en su honrado desvelo,
Trabaja mirando al cielo
En el agua de su lodo.
Por fuera, la construcción,
Como una cabeza crece,
Mientras, por dentro parece
Un tosco y buen corazón.
Pues como su casa es centro
De todo amor y destreza,
Lo saca de su cabeza
Y el corazón pone adentro.
La trabaja en paja y barro,
Lindamente la trabaja,
Que en el barro y en la paja
Es arquitecto bizarro.
La casita del hornero
Tiene sala y tiene alcoba.
Y aunque en ella no hay escoba,
Limpia está con todo esmero.
Concluyó el hornero su horno,
Y con el último toque,
Le deja áspero el revoque
Contra el frío y el bochorno.
Ya explora al vuelo el circuito,
Ya, sobre la tierra lisa,
Con tal fuerza y garbo pisa,
Que parece un martillito.
La choza se orea, en tanto,
Esperando a su señora,
Que elegante y avizora,
Llena su humildad de encanto.
Y cuando acaba, jovial,
De arreglarla a su deseo,
Le pone con un gorjeo
Su vajilla de cristal.
FOTOS TOMADAS EN LA CIUDAD DE PILAR DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Realmente sorprendente, felicitaciones!!!!!
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